Dibujo. Se mueren de risa desde el Valle de los Caídos. |
La
Iglesia fue verdugo, no víctima
Vicenç
Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Estos
días ha sido noticia la beatificación de 522 personas, referidas en
la narrativa de la Iglesia Católica como mártires de la Guerra
Civil española (1936-1939), individuos considerados inocentes de
cualquier mal que dieron su vida “en defensa de la fe católica y
del mensaje de Cristo”. Las autoridades eclesiásticas católicas
se han movilizado para señalar que en ningún momento debe
interpretarse esta beatificación –que es un homenaje a tales
personas y reconocimiento del valor de su sacrificio- como un acto
político. Tanto Monseñor Angelo Amato, cardenal prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos, como Monseñor Josep M.
Soler, Abad de Montserrat, subrayan este hecho en La Vanguardia
(06.10.13, páginas 50 y 51).
Ahora
bien, es difícil aceptar que, incluso en el caso de que no fuera la
intención de estas autoridades (incluyendo el Vaticano, liderado por
el nuevo Papa, que escogió llamarse Francisco y que Monseñor Amato
representa) realizar un acto político, el hecho es que tal acto es
un acto profundamente político que contribuye a la tergiversación
de la historia que se ha escrito en este país, subrayando que la
Iglesia fue víctima de una intolerancia y persecución religiosa por
parte de las fuerzas republicanas. Se acentúa y se presenta a la
Iglesia y a sus mártires como víctimas, cuando en realidad la
Iglesia fue la que agredió la vida y el bienestar de la mayoría de
la población de los distintos pueblos y naciones que constituyen
España, causando más de un millón de muertos y miles de
desaparecidos, muertes de personas asesinadas por las fuerzas de
represión, incluidas las de la Iglesia, y cuyos familiares no saben
el paradero de sus cuerpos. Según las estimaciones de la única
investigación sobre los desaparecidos que ha realizado el Estado
español (consecuencia de las gestiones del juez Baltasar Garzón,
miembro de la Audiencia Nacional antes de que se le expulsara de
dicho tribunal precisamente por su investigación sobre los
asesinatos por parte del régimen, del cual la Iglesia Católica fue
el eje central), el número de desaparecidos es de más de 114.000
personas, que fueron asesinadas por defender al gobierno
democráticamente elegido. La Iglesia no solo no ha hecho nada para
encontrarlos, sino que se ha opuesto a que se recuperara su memoria
mediante la Ley de la Memoria Histórica. Mientras que homenajea a
sus muertos, se opone y dificulta el encontrar a los muertos, de los
cuales dicha institución es responsable.
Es
más, es difícil creer que la Iglesia no sea consciente de la falta
de veracidad de sus acusaciones frente a la República. No es cierto
que hubiera en España persecución religiosa en tiempos de la
República. Las iglesias protestantes y la religión judía
continuaron sin ninguna intervención por parte del Estado y/o por
movimientos sociales o fuerzas políticas afines a la República. No
fue la religión el sujeto de animosidad, sino la Iglesia Católica,
hecho que a la Iglesia Católica todavía le cuesta aceptar, ya que
si lo acepta, tendría que contestar por qué la Iglesia Católica y
no las otras religiones fue sujeto del enfado popular. No es cierto
que los sacerdotes y los monjes fueran asesinados por sus ideas
religiosas, tal como Monseñor Soler escribe en su artículo
“Montserrat y los beatos en Tarragona” en La Vanguardia. Fueron
asesinados por su pertenencia a una institución que había pedido
que el Ejército se sublevara, conociéndose su animosidad a la
República. En realidad, el Monasterio de Montserrat, supongo que en
nota de agradecimiento, hizo un monumento, más tarde, a los “caídos
por Dios y por la Patria”, que estaba en la entrada del Monasterio
hasta que más tarde fue desplazado a la parte trasera, con un
monumento a los requetés carlistas de la Virgen de Montserrat.
Foto. Curas y militares fascistas en su salsa. |
La
historia, marginada y ocultada por la propia Iglesia, muestra
claramente el porqué de esta hostilidad, hostilidad que fue iniciada
por la Iglesia. Fue la Iglesia Católica la que celebró y apoyó la
dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Y fue la Iglesia la que se
opuso por todos los medios al establecimiento de la República,
alentando a los católicos a rebelarse frente a esta. Las pastorales
de la jerarquía católica explícitamente llamaban a tal rebelión;
documentos (firmados por el cardenal Segura y por su sucesor, el
cardenal Gomà) son muy representativos, y seguro que la jerarquía
actual de la Iglesia y el Vaticano los conocen. ¿Cómo puede afirmar
la jerarquía católica que la Iglesia era apolítica, cuando animó
a los católicos a que se rebelaran, pidiendo explícitamente que el
Ejército se levantara en contra del gobierno democráticamente
elegido?
Era
predecible que la gran mayoría de la ciudadanía, que apoyó el
establecimiento de la República, primero, y la elección del
gobierno del Frente Popular, después, tuvieran animosidad hacia la
Iglesia Católica, pues esta, abiertamente, alentaba al Ejército a
que hiciera un golpe militar frente a ese Estado y frente a ese
gobierno. De ahí que es comprensible y predecible que cuando ocurrió
el golpe militar, que la Iglesia Católica inmediatamente apoyó
(definiéndolo más tarde como una Cruzada Nacional), grandes
sectores de las clases populares expresaran su hostilidad hacia tal
institución. La quema de iglesias (no hubo ninguna iglesia
protestante o ninguna mezquita o ninguna sinagoga quemadas) y el
asesinato de clérigos y personas identificadas con la Iglesia
Católica eran la respuesta popular que ocurrió en los primeros tres
meses cuando el golpe creó un vacío de poder. No fue una represión
guiada por el Estado republicano. En realidad, una vez recuperado el
control, en las zonas que continuaban bajo el gobierno republicano se
interrumpieron estos actos.
Por
el contrario, los asesinatos, mucho más numerosos, llevados a cabo
en el lado golpista, fueron cometidos por los aparatos represivos del
Estado fascista, que contó con la entusiasta colaboración, en su
represión, de la Iglesia Católica. ¿No creen las jerarquías
católicas españolas que esta actitud enormemente represiva iba en
contra del mensaje de Jesús? ¿Creen, en realidad, que Jesús, que
es, en teoría, su supuesta inspiración, hubiera apoyado tanto
asesinato, premeditado y programado, para eliminar a personas cuyo
único delito era haber apoyado a un Estado y a un gobierno
democráticamente elegidos? ¿No creen que es de una crueldad suprema
que los familiares de los muertos republicanos todavía hoy no sepan
dónde están enterrados? ¿No creen que es profundamente injusto que
ellos puedan homenajear a sus muertos cuando los vencidos todavía no
saben dónde están los suyos? Y si en verdad los sacerdotes
asesinados eran inocentes, ¿no cree la Iglesia Católica que
deberían pedir perdón a los familiares de sus propios muertos, pues
el comportamiento golpista de su jerarquía católica fue el
responsable de que el enfado popular se canalizara en ellos,
precisamente por su identificación con la Iglesia?
La
respuesta descontrolada en contra de la Iglesia era lógica, pues la
Iglesia era culpable de un comportamiento que podía predecirse que
causaría miles de muertes. Debe condenarse tal expresión de enfado
popular, pero su comportamiento no puede homologarse al del lado
golpista, que fue una represión metódica de todos los aparatos del
Estado, con el apoyo activo de la Iglesia. Acentuar el victimismo de
la Iglesia como hacen las beatificaciones es, además de una
tergiversación de la historia que todavía se reproduce en España,
una ofensa a los perdedores de la Guerra Civil, que eran los que
defendieron la democracia, y que debería crear incomodidad a toda
persona con sensibilidad democrática. Mi esperanza es que el Papa
Francisco lo vea así y que, en nombre de la Iglesia, pida perdón,
no solo a su Dios, sino al pueblo español, al que hizo tanto daño.
10
de octubre de 2013
Hoy,
mientras la Iglesia y las derechas homenajean a sus muertos, la ONU
acaba de enviar una delegación denunciando al Estado español por no
estar haciendo nada para encontrar a los desaparecidos republicanos.
Y el mismo Estado, sin lugar a dudas, estará representado en los
actos homenajeando a los “mártires de la Iglesia”. ¿No se
avergüenzan de su comportamiento los representantes de un Estado que
se presenta como democrático? ¿No se da cuenta la Iglesia de su
incoherencia? ¿No ven la falsedad de su llamada a la reconciliación?
Está claro que no se dan cuenta. Y que no se den cuenta es un
indicador de que continúan siendo reacios a reconocer que la Iglesia
Católica no fue víctima sino verdugo en aquel periodo de nuestra
historia.
10
de octubre de 2014
BEATOS y CÍNICOS:
José María García Márquez
http://www.noticiasdealava.com/2013/10/22/opinion/tribuna-abierta/beatos-y-cinicos
BEATOS y CÍNICOS:
José María García Márquez
http://www.noticiasdealava.com/2013/10/22/opinion/tribuna-abierta/beatos-y-cinicos
Postal hecha en prisión. "¡Forjemos la libertad!". (en una forja, la hoz, el martillo y los colores republicanos) |
Postal años 80. ¡Forjemos la libertad!
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