Dibujo. "Hagamos de la Memoria antifascista..." (mani obrera con puños enormes como pancartas) |
HAGAMOS
DE LA MEMORIA ANTIFASCISTA UN PRESENTE DE LUCHA Y RESISTENCIA
No
podemos terminar este recorrido por la solidaridad con la República
durante la guerra contra el fascismo sin mencionar cómo lo vivieron
los antifascistas en el Estado español y el reconocimiento y
agradecimiento a los miles y miles de hombres, mujeres y niños, la
mayoría trabajadores que hicieron grandes esfuerzos para que a los
combatientes y a todo el pueblo no les faltara alimentos, medicinas,
ropas y tampoco armas para defenderse. Muchos de ellos fueron
perseguidos, detenidos y encarcelados. En la Alemania nazi y en los
países fascistas fueron unos cuantos antifascistas los que pagaron
con su vida esta solidaridad.
A
través de todos los artículos que han ido apareciendo hemos querido
recuperar la memoria de estos hechos que constituyen el mayor
movimiento de solidaridad de la Historia y una de las páginas más
hermosas, consciente y combativa que se ha escrito, pero también
hemos querido transmitir que en unos tiempos en que la palabra
solidaridad ha sido vaciada de contenido hasta hacer una caricatura
de ella tal como nos la venden los medios de comunicación, ONG's y
organismos humanitarios varios, en que todo se reduce a dar una
aportación mensual a luchas que cuanto más lejos estén de su país
mejor que mejor, mientras que en sus propios países miran para otro
lado cuando la represión y la explotación más atroz campea a sus
anchas; la verdadera solidaridad son ejemplos como los que han ido
apareciendo en estas páginas y en las que el SRI tuvo un papel
destacado como motor y organizador de este movimiento.
Fue
la solidaridad de aquellos Brigadistas que dejaron sus países, sus
vidas y familias para ponerse en las primeras líneas de fuego en la
lucha contra el fascismo. Fueron los miles y miles de trabajadores
que recogieron aportaciones durante tres años para enviar ayuda a
los antifascistas en el Estado español, pero que también señalaron
las causas de la guerra, a los enemigos del pueblo, y pusieron nombre
y apellidos a los asesinos y por supuesto, esta solidaridad estuvo
ligada siempre a la lucha en sus propios países contra la
explotación y la opresión.
Esta
fue, es y será siempre la verdadera solidaridad, por la que desde el
SRI luchamos y la que tenemos que recuperar.
Cartel 1937. "SRI La bestia fascista asesina, destruye. El SRI ampara, ayuda". (aviones nazis sobre niños, una mano les protege) |
"¡LO
QUE DEBEMOS A LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL!
Si
se pudiera hacer una reconstrucción gráfica del gigantesco
movimiento de solidaridad internacional en favor de la lucha del
pueblo español tendríamos un cuadro de inmensas proporciones y nos
quedaríamos todos asombrados incluso los que como el Socorro Rojo de
España han seguido tan de cerca y con tanto interés todas las
manifestaciones de esta noble contribución antifascista
internacional a nuestra causa.
No
pasa día sin que la Prensa no traiga alguna información sobre
envíos de víveres, medicamentos, ambulancias, sobre la llegada de
equipos médicos y de enfermeros sobre la llegada de delegaciones
internacionales que vienen a estudiar nuestras necesidades para que
su ayuda pueda ser más eficaz. Todos los días se puede leer en la
Prensa los comunicados de los grandes mítines y conferencias de
apoyo a la España republicana, en Paris, Londres, Nueva York, Praga,
etc., de las colectas y donativos procedentes de las masas
antifascistas de todos los sectores sociales y que van a engrosar los
fondos de los múltiples Comités de ayuda al pueblo español
surgidos en la mayoría de los países, para llevar auxilio a
nuestros niños, a nuestros heridos, viudas, evacuados.
¡Conmovedora
solidaridad! Y más conmovedora aún si se conocen ciertos episodios
de los sacrificios que en muchas ocasiones hacen los antifascistas en
el extranjero para acudir en nuestra ayuda. Porque –y esto es
necesario subrayarlo bien para que toda nuestra retaguardia lo
medite- los barcos de víveres, ropas, las ambulancias, camillas y
medicamentos para nuestros heridos, la leche condensada para nuestros
niños, los jerséis y mantas para nuestros combatientes que nos
envían del extranjero son en su gran parte adquiridos con los
centavos humildes de los trabajadores, que a veces se privan ellos
mismos de los necesario para venir en ayuda a nuestros combatientes y
a sus familias. En nuestra retaguardia hay todavía gente que cree
que la guerra es un asunto que no les concierne y que después de
siete meses que la sangre de nuestros hermanos está regando las
trincheras se obstinan en vivir su vida rutinaria de cafés, de
cines, como si nada pasara. A éstos hay que preguntarles ¿qué
piensas los obreros sin trabajo de Holanda y de Inglaterra, por
ejemplo, que al recibir sus miserables subsidios de desocupados
entregan una parte para el fondo de ayuda al pueblo español, qué
piensan de las muchas mujeres obreras de Marsella, por ejemplo, que
demasiado pobres para pagar al contado los paquetes de víveres que
envían a los niños y mujeres de España, compran esos productos
alimentarios a crédito pagándolos poco a poco a costa de
inevitables sacrificios?.
Y
junto a las acciones de solidaridad de los adultos hay ejemplos
maravillosos de niños en el extranjero que no quieren quedar atrás
y que dan también lo que pueden. Quién no se siente estremecer de
ternura al leer lo que escribió a un periódico de Moscú aquel
muchacho soviético tan consciente de la importancia de su gesto:”
-Renuncio al regalo de papá, siete rublos que me dio para comprar
lápices de colores y enviárselos a los niños españoles de parte
de un colegial de la segunda clase”. Y aquel otro muchacho de una
aldea soviética que envía el dinero que había apartado para
comprar una bicicleta. Quién no se puede figurar el enorme
sacrificio que debe haber sido para él privarse de eso que sin duda
era su más codiciado deseo.
En
otras palabras: nosotros, el pueblo español y nuestro Gobierno somos
testigos de un movimiento de solidaridad internacional de
proporciones grandiosas y que tiene un carácter verdaderamente
popular, ya que en él participan no solo los obreros, sino todos los
sectores de las masas populares, incluso los más altos valores del
pensamiento filosófico, intelectual y científico. Todo lo que de
más noble y de más honrado existe y vibra hoy en el mundo entero
está con nosotros. Y esto es nuestro orgullo y nuestra fuerza. Estos
millones esparcidos en todos los rincones del mundo que nos apoyan
por imperativo de su conciencia y que comprenden la importancia
trascendental de nuestra lucha se indignan, como nosotros, de las
inexplicables indulgencias de sus Gobiernos frente a los agresores de
nuestro país.
Sello. "Honor a las Brigadas Internacionales. Congreso nacional de la solidaridad, 1938". (una fila de brigadistas por el monte) |
Sin
embargo, nosotros tenemos una deuda de gratitud hacia los
antifascistas de los demás países. Y esta deuda la podemos pagar
manteniendo vivo en la conciencia de nuestro pueblo el recuerdo de
millares y millares de antifascistas que están pudriéndose en las
cárceles y campos de concentración fascistas de los otros países.
Los Thaelmann, los Pesenti y todas las otras figuras heroicas y
abnegadas de la lucha contra el fascismo y contra la guerra, son
víctimas de los mismos asesinos que bombardean nuestras ciudades,
sembrando la muerte entre nuestros niños, nuestras mujeres. Los
lazos de solidaridad antifascista que nos unen a todos los
antifascistas encarcelados por el fascismo internacional deben ser
hoy más fuertes que nunca.
Ellos
deben vivir en nuestra conciencia y nuestros corazones deben vibrar
con el firme convencimiento de que al luchar por la liberación de
nuestros hermanos españoles en las regiones invadidas luchamos
también para demoler las rejas que los mantiene a ellos prisioneros.
Carmen
Ruiz, del Socorro Rojo Internacional.”
Ayuda
nº 48-27/03/1937
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